Amores que Elevan, Heridas que Marcan

¡Hey!

Let's continue...

Tenía el trabajo soñado, sí, ese que me hacía sentir más fuerte que una torre de Jenga bien armada. Y justo en esa cima profesional, donde el aire sabía a triunfo, me di la oportunidad, finalmente, de abrirme y entregarme con alguien. Con Mateo, no solo puse todo mi corazón, sino que él, con su pura existencia, logró inflar aún más la burbuja de coraje y pasión que había traído de Italia. Era como si mi alma gritara: "¡Por fin, el amor en modo aleatorio ha llegado!".

La Torpeza del Amor y la Armadura Invisible

Debo serles honesta: en el arte de las relaciones, soy un poco como un pato en patines: adorablemente torpe. Es ese miedo a que me hagan daño, a comprometerme hasta la médula para que luego me rompan en mil pedazos. Y, quizás, con esa armadura invisible, sin querer, he dejado algún que otro corazón coleando por ahí. ¡Ay, el karma de las que se protegen demasiado!

Pero esta vez, ¡oh, esta vez! Estaba viviendo el Año con Mayúscula. El trabajo perfecto, con ese aroma a café recién hecho y a misión cumplida, y de repente, ¡zas!, el amor aterrizó sin pedir permiso. La verdad es que uno, cuando se enamora, es capaz de entregar lo que no tiene, ¡y hasta lo que ni sabía que tenía! Es una locura divina, una corriente que te arrastra y te hace creer que las estrellas están a un beso de distancia. Volví a sentir esa pasión de adolescente, esa cosquillita en el alma que te hace imaginar una vida entera con esa persona. Mateo no vino, ¡llegó para instalarse! En mi cuerpo, en mi corazón… y en cada rincón de mis pensamientos por un muy, muy buen rato.


Nuestra Primera Salida: Una Comedia Romántica Llena de Emoción

Contarles cómo fue nuestra primera salida es un acto de comedia romántica. Era un viernes, el día de mi gran presentación en ML. Yo, más nerviosa que un mimo en un concurso de chistes, frente a todas las áreas, pero con mi elocuencia (¡y mi cara roja como un tomate!), logré una presentación que hasta yo misma aplaudiría. Al terminar, con el alivio corriendo por mis venas como río revuelto, ¡ding! Mensaje. Era Mateo. "¡Qué genia eres! No sabía que podías exponer así. Vamos a comer algo esta noche para celebrar". Mi cara, ya roja, mutó a color remolacha. "Oh, gracias," respondí, intentando sonar casual, "no sé si sea una genia, pero bueno, ¡te acepto!". Por dentro, era una fiesta de confeti y fuegos artificiales.

Ese día, la salida del trabajo era temprana, así que a las 16:00 horas ya estaba en casa, ¡desparramada en la cama mirando el techo! Con esa vergüenza post-presentación y una emoción que me hacía bailar el corazón. Lo de la ropa, ¿saben? Ni lo pensé. Era verano, así que un vestido simple, una chaqueta (por si acaso el corazón se congelaba de emoción), sandalias, y mi cabello en su estado más "libre y salvaje". ¡Lista para la cita! A las 19:00, nos encontramos en un bar de estilo árabe que él había elegido, nada pretencioso, pero con un aire misterioso. Cuando llegué, él ya me estaba esperando, ¡lo juro! (Puedo decir que llegué a la hora, ¡un milagro en mi universo!).

Creo que mis piernas hicieron la "danza del temblor" al verlo. Ahí estaba, con sus ojos azules como el mismísimo cielo de verano, vestido con una polera negra, jeans y sus adoradas Adidas (¡una afición que, para mi sorpresa y alegría, ambos compartíamos!). Esa noche la pasé tan bien que me derretía, sí, como un helado al sol. Cada palabra suya era un rayo de calor. Hablamos de nuestras familias, de trabajos anteriores... Y las mariposas en mi estómago, esas no revolotearon, ¡montaron un carnaval completo!

Luego, me acompañó a casa, y mi corazón juró que ese era el momento del beso de película. ¡Pero no pasó! ¿Pueden creerlo? ¡No pasó! Yo me moría de ganas, y el tiempo después, él, con esa sonrisa que ya amaba, me confesaría que sentía lo mismo. Así que nada, un "hasta mañana" cargado de electricidad, y ese fue el comienzo de nuestra peculiar historia.

Nuestro Ritmo Juntos: Citas, Mudanzas y Convivencia

Durante la semana, las citas se volvieron nuestro dulce ritual. Salíamos a conquistar cada rincón de Santiago, y juro que, gracias a él, mi paladar se educó en los mejores restaurantes. ¡Amábamos comer! Era nuestro lenguaje secreto, nuestra forma de explorar el mundo juntos.

Luego vino su mudanza... a un departamento que, a pesar de ser suyo, me incorporó en cada rincón, en cada decisión de decoración. En ese espacio, que poco a poco se sintió tan mío como suyo, tuvimos las citas más íntimas, las conversaciones más profundas, los silencios más cómodos.

Convivir con alguien era un capítulo completamente nuevo para mí. Entenderán que, a mis 37 años en ese entonces, la "vida en pareja" bajo el mismo techo era un concepto casi alienígena. No me mudé con él, claro está; mi depto en Provi seguía siendo mi refugio. Pero la verdad es que pasaba seis de los siete días a su lado. ¡Con suerte! Había días en que no me dejaba ir, con esas miradas de cachorrito y bromas encantadoras. "¡Por Dios, Mateo, debo ir por ropa distinta y limpia!", le decía yo, mientras él, muy serio, solo quería prestarme la suya (y yo, aunque le hacía el "enojada" de broma, los que me conocen saben que amo ponerme ropa de hombre y darle mi toque rebelde).

Había días de no hacer nada. Simplemente nos quedábamos viendo televisión, acurrucados, cocinando rico –bueno, él, porque mis habilidades culinarias son más bien un "arte abstracto"–. Esos días los tomábamos para reflexionar, para conocernos aún más, para tener conversaciones "incómodas" que, curiosamente, nunca terminaban en pelea. Eran espacios de pura conexión, de esas que te desnudan el alma sin una sola prenda.

Amé con el Alma: Entrega Total y las Sombras Compartidas

Lo amé.

Se los digo con una sinceridad tan cruda que todavía me estremece el alma. Lo amé con cada fibra de mi ser, con la entrega total que solo esa locura, la del amor verdadero, es capaz de desatar. Vertí cada gota de mí en esa relación, un amor a raudales que desbordaba de un pozo que creí seco. Esa joven pasional, esa alma visceral que había creído sepultada en el pasado, resurgió con una fuerza arrolladora, imparable.

Quise entregarle a Mateo lo más puro y bello que anidaba en mí, sí, pero también quise mostrarle mis sombras, mis grietas, mis vulnerabilidades. Porque, ¿qué es el amor si no abraza la totalidad del otro? ¿Qué sentido tiene si no acepta cada cicatriz, cada rincón menos iluminado?

El Vuelo Hacia el Cielo y la Dolorosa Caída Libre

Mateo fue ese amor que, quizás, llegó para salvarme de una orilla, para levantarme del suelo y mostrarme lo que era volar sin límites, respirar el aire en las alturas. Él me enseñó la gloria del cielo. Pero la vida, con su cruel ironía, tiene sus designios. Y ese mismo amor, el que me elevó, fue el que luego... me dejó en pedazos, con el alma rasgada, enseñándome, de la manera más dolorosa, la caída libre. La cicatriz de esa lección la llevo grabada. (Posiblemente, desarrolle esto en otro post)

Mi Reflexión Personal: El Valor Transformador del Amor y la Vulnerabilidad

Y así, después de todo esto, me doy cuenta de algo profundo. Esta historia es un testimonio de la valentía que se necesita para amar de verdad, para abrirse por completo cuando una lleva esa armadura del miedo, la que creyó que la protegía. El amor, en su esencia más pura, tiene ese poder increíble de elevarnos, de mostrarnos facetas de nosotros mismos que ni sabíamos que existían, esas partes dormidas o incluso perdidas. Pero, curiosamente, esa misma intensidad, esa entrega sin reservas, nos expone a una vulnerabilidad que asusta. Me enseñó que sí, la entrega total es gloriosa, te llena el alma, pero también, y esta es la parte difícil, conlleva el riesgo de la herida, del dolor.

Pero saben, es justo en esa dualidad, en ese equilibrio entre la elevación y la caída, donde reside la verdadera riqueza de la vida. Cada relación, cada vez que te entregas, cada cicatriz que queda, nos transforma. No volvemos a ser los mismos, y ¡menos mal! Porque cada experiencia nos forja, nos hace una versión más consciente, más completa de nosotros mismos. Y eso, aunque duela, es increíblemente poderoso. Es mi propia cicatriz, mi propia historia, mi propia verdad.

¿Cómo manejan la mezcla de una vida profesional exitosa con la entrega emocional en una relación?

¿Te identificas con la "torpeza" en las relaciones o el miedo a entregarte por completo? ¡Cuéntame tu armadura invisible!




Comentarios

  1. El amor... Que nos eleva a lo más alto del cielo y luego nos arrastra al infierno... ¡Que crueldad!

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    1. 😢 Siendo honesta… fue una inmersión profunda en el dolor

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  2. Uf. Este me sacó lágrimas. Me sentí identificada con la experiencia de un amor que nos deja marcadas.

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