Cuando la Vida Baraja: Reflexiones desde el Corazón del Caos Organizado

 

Hey, 

Seguimos?

Hablando de la aleatoriedad de la vida, se me viene a la mente la imperiosa necesidad de reafirmar, o quizás desenmarañar, mis propias creencias. A estas alturas, parece que cuestionamos todo, ¿verdad? Pero tranquil@, no te despegues. Sé que en reuniones, eventos sociales o incluso en una simple conversación, hablar de religión puede ser un tema álgido. Sin embargo, no vengo aquí a pedirte que tomes una postura sobre mis convicciones, solo quiero compartirte mis cuestionamientos y lo que, a mis 39 años, me resulta bueno y verdadero.

Cuando la vida baraja sus cartas, a menudo no nos pregunta si estamos listos para la mano que nos tocará. Puede que nos entregue triunfos inesperados o que nos lance a un caos organizado donde cada pieza parece moverse por su cuenta. Es en esos momentos de incertidumbre, de aparente desorden, donde nuestras reflexiones más profundas emergen, especialmente aquellas vinculadas a nuestras creencias.


Recuerdo vívidamente mi paso por un colegio netamente católico. Allí, el Padre Nuestro se rezaba religiosamente cinco días a la semana, y cada jueves tocaba ir a misa para confesarse. ¡Confesarse! ¿Qué pecados podía tener una niña de siete años? Así transcurrían los días, entre relatos de milagros realizados por vírgenes y santos, y documentales que reforzaban esas historias. La influencia fue tal que en mi cuarto tenía un pequeño altar con una virgen, y dentro de ella, agua bendita. Por las noches, rezaba y pedía por todo y por nada. Hubo momentos en los que, incomprensiblemente, me encontraba golpeándome el pecho y llorando frente al altar. Pedía cosas y no hallaba respuestas, y así me mantuve por varios años.

En medio de todo esto, y quizás con una mayor madurez para elegir mi propio camino, a mis escasos 12 años, no me sentí a gusto con lo que venía haciendo. No le encontré sentido y, mucho menos, me sentí en paz. Así que decidí; no seguir yendo a la iglesia, ni rezándole a ningún D-ios, ni a nadie, para ser honesta. Había tomado la determinación de creer en lo que yo simplemente quisiera. Estaba resuelta a encontrar eso que me llenara de tranquilidad, aunque, a ciencia cierta, aún "no lo he encontrado del todo".

Con el paso de los años, me adentré en una búsqueda espiritual, si así se le puede llamar. Quería experimentar esa sensación de apego a la fe de un D-ios que a tantos amigos y familiares les brindaba bienestar.

En los últimos años, una quietud profunda me ha abrazado. Mi fe no pide oraciones al Ser Humano ni al Universo; es de confianza plena. Para mí, cada fibra de la existencia es magia, y esa magia pura e inalterada es lo que me sostiene. Ahí encuentro mi refugio, mi más dulce escape: en la inquebrantable creencia en la capacidad ilimitada del espíritu humano.

Para muchos, la religión es un ancla, una brújula en la tormenta. Pero ¿qué sucede cuando esa tormenta es tan impredecible que incluso las oraciones más fervientes parecen flotar sin rumbo? Es justo ahí, en el corazón de ese caos organizado, donde la fe puede ser puesta a prueba de las maneras más insospechadas. No se trata de dudar de lo divino, sino de redefinir nuestra conexión con ello. Quizás la magia que siempre hemos sentido no reside en un manual de instrucciones celestial, sino en la capacidad de nuestro espíritu para encontrar la paz en medio del vendaval.

Tu lo llamarás seguramente que es mi D-ios, quién sabe no? Viene manifestado de la forma que quieras que sea 😉.

En última instancia, estas convicciones no nos hacen ni mejor ni peor que otros. Tus creencias te pertenecen por completo, y en esa singularidad reside su Fuerza. Si tus actos reflejan la bondad y lo que proclamas se alinea con lo que haces, entonces, créeme, ya has alcanzado tu propia versión del paraíso.


¿Cuál ha sido la experiencia o el momento más significativo en tu vida que te llevó a cuestionar o reafirmar tus propias creencias?
¿Crees que nuestras creencias nos hacen mejores o peores personas, o es algo más lo que nos define?






Comentarios

  1. Todos tenemos fé en algo, considerando la fé como la certeza de lo que no se ve. Ahora bien tener fé en Dios o no, no es algo que nos defina como buenas personas y te explico el por qué:

    He conocido cientos de personas que dicen creer ciegamente en Dios y son asesinos, violadores, ladrones y demás. Por tu parte aunque no creas en Él (y lo escribo así porque yo sí creo y lo respeto), eres una maravillosa persona que hace de éste mundo mejor con sus actos y su obra en otras personas, porque al fin y al cabo lo que nos define no son nuestros pensamientos o nuestra fé, sino lo que hacemos, nuestros actos y lo que dejamos en éste mundo.

    Entonces si me dieran a elegir entre esas personas que aunque crean en Dios hacen el mal, y una persona como tú que con sus actos ayuda a los demás y hace de éste mundo mejor, me quedo contigo.

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    1. ¡Harley, (mi niña) Grazie mille por tu hermoso y profundo comentario! Me has tocado el corazón con tus palabras :)

      Es cierto lo que dices, la fe se manifiesta de muchas formas y lo que realmente nos define, y lo que perdura, son nuestros actos y la huella que dejamos en los demás. Esa es la esencia que busco compartir en "Nuestra Vida en Modo Aleatorio": cómo nuestras experiencias nos moldean y cómo, a pesar de todo, podemos elegir sumar y conectar.

      Valoro enormemente tu perspectiva y tu respeto. Saber que mis palabras y mi forma de ver el mundo resuenan en alguien como tú, que ve más allá de las etiquetas y se enfoca en la esencia humana, es el mayor regalo.

      Te abrazo Grandote. Gracias por tu valentía al compartir tu visión y por tu valiosa compañía en este viaje!!!!

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