De Roma a Milán: Un Retraso Épico con un Final Inesperadamente Delicioso
¡Hola! ¡Hola!
...Acompáñame por mis siguientes aventuras en Milán..
Mi gran misión
en Italia era bastante clara: dominar el italiano (o al menos no morir de
hambre intentándolo), comerme el país plato a plato, y ya de paso, absorber
algo de cultura. Pero mi llegada a Milán... digamos que fue el primer examen
práctico de mi curso de "Imprevistos Italianos".
La Odisea en Milano Centrale: Un Reencuentro Anhelado
Mi tren desde
Roma decidió que la prisa no era una virtud italiana. Así que llegué a Milano
Centrale con un retraso tan épico que hasta las palomas de la estación me
miraban con pena. Ahí estaba yo, plantada en medio del andén, con mi fiel maleta y
mi mochila abrazándome como si fuera mi único confidente. David, mi amigo, me
había dicho que me esperaba y que comprara una SIM en Roma para comunicarnos. Y
sí, en medio de mi despiste absoluto (y de tanto helado y pasta),
milagrosamente la compré. ¡Menos mal! Porque era la única forma en que David y
yo nos estábamos comunicando con mensajes intermitentes mientras yo esperaba,
con mi mejor 'mirada de abandono' al estilo actriz de cine italiano.
Las horas
pasaban con la elegancia de un caracol. Empecé a considerar seriamente la
posibilidad de montar una tienda de campaña improvisada con mi bufanda. Y
entonces, ¡apareció! Después de seis años, David seguía siendo... David. Mismo
despiste encantador, misma Sonrisa de "no rompí nada importante,
¿verdad?". Eso sí, ¡hablaba italiano como si hubiera nacido bebiendo
espresso en las calles de Ferrara! ¡El molto bene se le salía por las orejas!.
El abrazo fue de
esos que te reconcilian con el mundo (y con los amigos que llegan tarde). David
cargó mis "ligeras" maletas en su auto como si fueran plumas y,
antes de que pudiera balbucear mi primer "Dov'è il bagno?", soltó: -¡Vamos
a comer!-.
Primer Banquete Milanés: Risotto, Lasaña y el Imponente Duomo
Y así fue como mi primera noche milanesa se convirtió en un festín frente al Duomo. Cenando en el Bistro Duomo, me sentía como una turista de postal, pero con más hambre que un lobo. La carta era un trabalenguas delicioso que mi naciente italiano no lograba descifrar. Me jugué el todo por el todo y pedí un risotto al azafrán, que resultó ser una explosión de sabor tan dorada que me hizo olvidar mi existencia. David, más local, se zampó una lasaña de berenjenas que olía a pura "nonna" cocinando.
Y luego, ¡el Duomo! ¡Madre mía! Quedé tan perpleja que mis intentos de hablar italiano se redujeron a balbucear "¡Bellissimo!" e "¡Incredibile!" varias veces. ¡Era tan inmensamente increíble que pensé que se había comido el cielo!. Entrar fue otra historia. Nos adentramos en esa mole de mármol, y el silencio, a pesar de la inmensidad, te envolvía por completo. Las columnas se alzaban hasta el infinito como si quisieran tocar a un Dios (o al menos un avión muy alto). Los vitrales, con sus colores vibrantes, pintaban el suelo con luces mágicas que te hacían sentir dentro de un caleidoscopio gigante. Cada rincón, cada escultura, te contaba mil años de historias, y yo solo podía caminar con la boca un poco abierta, sintiéndome diminuta y maravillada ante tanta grandeza.
Milán: Lecciones de Italiano en Vivo y el Encanto de lo Moderno
Luego, Porta Nuova nos deslumbró con la modernidad de la Torre Unipolsai, un gigante de cristal que parecía sacado de una película de ciencia ficción.
Caminamos un
buen rato, el frío era de esos que te pellizcan la nariz, pero la charla con
David era tan cálida que ni nos importaba. De hecho, mientras paseábamos, David
se convirtió en mi primer y más divertido profesor de italiano improvisado.
¡Era como un tour guiado con lecciones exprés en vivo y con un toque de
comedia! Me iba señalando cosas y soltaba con su acento perfecto: '¿Ves eso? Se
dice 'albero' (árbol). ¡Y esto, 'gelato'! Repite conmigo, 'GELAAA-TOOOO', pero
con más pasión, ¡con el alma!'. Me corregía con paciencia de santo, aunque mis
'erre' seguían sonando a licuadora vieja intentando arrancar. '¡Y ojo!', me
advirtió con seriedad teatral, 'aquí un 'cappuccino' después de las 11 de la
mañana es casi un crimen, ¡solo 'espresso', capito?'. Yo, con mi cerebro
aún aturdido por el viaje y el risotto, intentaba repetir, con resultados
hilarantes que él celebraba con carcajadas. '¡Molto bene!', me animaba,
mientras yo sentía que mi italiano se limitaba a entender cuándo se reía. Entre
'prego' (que sirve para todo, desde 'de nada' hasta 'adelante') y algún 'mamma
mia' dramático que se le escapaba, mi vocabulario básico se expandía
rápidamente. ¡Una inmersión lingüística muy, muy divertida que valía más que
cualquier aula! Hablábamos de todo y de nada, como si los seis años de
distancia no hubieran pasado ni por asomo.
Reflexión Final: El Primer Sabor de una Aventura Inolvidable
Esa primera noche en Milán fue mucho más que un simple aterrizaje en una nueva ciudad; fue un "aperitivo" épico de lo que sería mi gran aventura italiana. A pesar de los retrasos y la incertidumbre inicial, la calidez de un amigo reencontrado, la explosión de sabores de la comida local y la majestuosidad de la arquitectura milanesa, se combinaron para crear una bienvenida inolvidable. Esta experiencia me enseñó que los viajes no solo se tratan de los destinos, sino de cómo nos adaptamos a los imprevistos y de las personas que nos guían . Fue la confirmación de que, con David y la promesa de buena comida, ¡Milán me tenía preparada una temporada muy divertida y llena de descubrimientos!
¿Se identifican con esa "misión" de aprender un idioma sobre la marcha, con un profesor improvisado? ¿Cuál es la frase más curiosa que han aprendido en un viaje?
¿Hay alguna ciudad que les haya robado el aliento por su majestuosidad (como a mí el Duomo) en el primer encuentro? ¡Compártanlo!
Me parece que nos vas a traer hermosas historias de tu paso por Italia!!! Te sigo leyendo
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