De sueños tejidos a realidades lejanas: Mi salto al vacío
Buongiorno! O Buonasera,
Dependiendo de la latitud donde
te encuentres. Te doy la bienvenida, una vez más, a mi universo; amárrate
fuerte, porque espero que podamos conectar de tal forma que no quieras
despegarte.
Sólo como recordatorio,
quiero adelantarte que en algunos de estos relatos, Paola estará
presente, tangible en la palabra. En otros, aunque no la encuentres físicamente
aquí, sus consejos y su esencia permearán cada línea, influenciando mis
pensamientos.
Ahora mismo, digo: “¡Vamos, Jóe, hay que
conectar con el título de hoy!”, y aún así, no hallo cómo empezar...
Buahhhhhhhhhhhhhhhh... ¡Ideas, vengan a mí!
¿Quién iba a pensar que esa niña (yo), la que a los diez años soñaba con estudiar en la Sorbona de Francia, la que coleccionaba revistas de investigación sobre Mamuts, esa niña siempre curiosa, que amaba (y aún ama) una ortografía impecable (bueno, pero ¿cómo decir que no, con la madre que me tocó, no había otra opción)? Siempre estuve interesada en absorberlo todo: entretenimiento, ciencia, tecnología, ocio, viajes. Los viajes en mi mente eran verdaderamente increíbles; podía crear una historia propia en Turquía, en Buenos Aires, en Italia, o en cualquier rincón de Venezuela. Tampoco era de las que se pegaba a las noticias; solo las necesarias, los días precisos, a esa edad. Recuerdo mi niñez con una mezcla de nostalgia y alegría. Fui muy feliz, ¿y quién no? No teníamos que ocuparnos de nada. Sé que para muchos no fue así, que hay historias distintas, pero siempre recuerdo que de niños valorábamos más (aunque no comprendiéramos el significado) los instantes de felicidad y alegría que cuando somos adultos.
Antes de continuar, me gustaría dejar aquí la
definición de Nostalgia: proviene de dos raíces griegas: nóstos
(«regreso a casa») y álgos («añoranza») *1. Es el eco de un tiempo que
ya no es, la caricia invisible de una memoria que se niega a desvanecerse. Es
la melodía agridulce de lo que fue y ya no está, un suspiro del alma que busca
cobijo en los rincones del ayer. Es un anhelo que duele y consuela a la vez, el
aroma de una tarde lejana, el sabor de una ausencia querida, la luz de un
paisaje que solo existe en el corazón *2. Esta palabra definirá, o mejor dicho, se
sentirá, en muchas etapas de nuestra vida, quizás en toda ella (con esto solo
quiero adelantar que mis escritos estarán plagados de nostalgia).
Cuando tomé la decisión de irme, no estaba del
todo consciente de que era una locura (o al menos, para muchos lo fue). Alguien
me dijo una vez: “Hasta las locuras hay que planearlas”. Hoy esa frase retumba
en mí, porque ¡cuánta razón tenías, C.P! Me encontraba en medio de un trabajo
estable, con excelentes oportunidades de crecimiento, y, además, aún vivía con
mis padres y mi hermano. Me había aburrido de la rutina diaria: trabajo, casa,
trabajo, casa (¡espera!, sé que de eso va la vida al final, ¿no?). De igual
manera, ahora, con más conciencia, siento que me aburro un poco rápido de las
cosas y de las personas (debo dejarlo claro). La cuestión era que necesitaba
encontrar un espacio para mí, ser independiente (hago una pausa para dejar constancia
de mi eterno agradecimiento por todo lo que mis padres hicieron, hacen y, quién
sabe, seguirán haciendo por mí).
No pasó mucho tiempo entre un gran ascenso en
el trabajo y esas conversaciones internas en mi cabeza sobre que quería algo Nuevo. En medio de todo, tenía una tía que había migrado hacía un año,
así que decidí pedirle apoyo para que me recibiera. La idea original era
empezar todo desde Argentina, pero, ¡ay!, nuestros países de Latinoamérica han
atravesado verdaderas tragedias. Así que nada, cambio de planes; mi salto al
vacío fue irme a Chile.
Para esa época, Paola ya se había marchado a
Estados Unidos, envuelta en lo que parecía una historia de amor (perdóname,
amiga, eso fue lo que me hiciste creer). Así que, si en un principio ya existía
una distancia de kilómetros porque ella vivía en Maracaibo, luego se transformó
en miles de kilómetros al irse a USA. Cuando me establecí en Chile, la
distancia fue, sin duda alguna, aún mayor: de polo a polo.
Mantuvimos el contacto un par de meses. Luego,
fue como esa imagen que tienes cuando una persona pierde sus signos vitales: -----------------------.
(Calma, calma, ambas reconectamos nuevamente).
En fin, como dije, la decisión no parecía tan difícil. Obviamente, estuvo el cuestionamiento de mis padres, pero como padres, era natural que les preocupara mi situación en otro país: qué haría, cómo viviría, quién me apoyaría... y pare usted de contar.
¡Aquí me tienes, en Chile, y déjame decirte que la aventura ha sido épica! Sabía de antemano que esto no era precisamente mi sofá con mantita y Netflix, pero salir de mi burbuja de confort ha sido la mejor locura que pude cometer. ¡De verdad! Es como si el universo te dijera: "Lo que crees con ganas, lo creas con ganas". Y sí, así se manifestó.
Desde que aterricé, ha sido un torbellino de experiencias tan alucinantes que parecen sacadas de una película, y he acumulado recuerdos tan geniales que voy a necesitar una libreta extra solo para ellos. ¡Imposible de igualar! Este viaje fue la excusa perfecta para lo que mi "salto al vacío" significó desde el primer segundo: mi gran, gloriosa y absolutamente necesaria independencia. ¡A volar se ha dicho!
¿Alguna vez te has sentido en ese punto de inflexión donde la rutina te abruma y te impulsa a buscar "algo nuevo"?
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