El Pasaporte Perdido y la Roma Encontrada: Mi Bienvenida en Modo Aleatorio.

 

Ciao a Tutti!!!

Ay, la vida. Después de un año pandémico donde mi intento de fuga a Europa se frustró, volví al ataque. Dejar Berlín, la planta que amaba con cada célula de mi ser, fue un puñal. Cuatro años de sudor, risas con los técnicos, solucionar problemas como una hechicera moderna y hacer de cada jornada una fiesta... Adiós a todo eso. La renuncia dolió más que una patada al embrague en una cuesta de San Carlos.

Pasé un mes en una burbuja existencial. Ordenar mi vida en cajas, visitar el Manquehuito como si fuera mi terapeuta personal y prepararme para el gran salto. La fecha de partida se acercaba como un amante impaciente, y justo cuando sentía el olor a pasta recién hecha, ¡zas! El Covid me pegó un puñetazo. Otra vez. ¿Sería el universo probando mi determinación? Solo fue un mes más de espera, un suspiro en la eternidad del viaje.

Principios de febrero de 2022, y el sueño era palpable. Llegar a Europa fue como tocar un portal mágico. Hice escala unas horas en España, en ese aeropuerto de Barajas tan gigante que parecía una ciudad. Aproveché para recargar energías con un pan con jamón serrano que sabía a gloria y me tiré en uno de esos asientos reclinables, sintiéndome la reina del mundo, lista para comerme Italia. El vuelo a Roma salía a las 4 a.m. La impaciencia me carcomía.


El Primer Susto Romano: Un Pasaporte Desaparecido

Y entonces, ¡Roma! Uno de mis sueños más antiguos se materializaba frente a mis ojos. "Benvenuti", escuché. ¡Uff, su idioma, su comida, el aire! Todo era como lo había imaginado... O casi. Porque la vida, ya saben, siempre está en modo aleatorio.

Justo cuando estaba a punto de salir, cual heroína de película, una voz imponente me detuvo. "Buongiorno signorina, viene in vacanza a Roma? Posso vedere il suo bagaglio?". Un policía, en un italiano tan perfecto que lo entendí de inmediato, me preguntó si venía de vacaciones y si podía revisar mi equipaje. Mi cara de "aquí no hay nada más que ropa y ganas de comer pizza" debió convencerlo. Revisó por encima, me pidió el pasaporte, lo hojeó con seriedad y, al ver que todo estaba en orden, me dio el visto bueno. ¡Libre al fin!

Cruzando la puerta del aeropuerto, el corazón me latía a mil. Estaba en Roma, ¡en Roma! Me dirigí a la estación de trenes que me llevaría a Termini, compré mi boleto, me senté en el tren y... la mano se me fue al bolsillo. Vacío. El mundo se detuvo. Mi pasaporte. ¡Demonios, el policía!

La Odisea del Rescate: De Termini al Aeropuerto y un Ángel Venezolano

El tren ya había arrancado, llevándome lejos de mi futuro documento de identidad. Así que, resignada, al llegar a Termini, agarré mis maletas y, con la valentía de un marinero que vuelve a la tormenta, tomé un taxi de regreso al aeropuerto.

Al llegar, le conté mi tragedia al señor de seguridad, con una mezcla de español roto e italiano de emergencia. ¡Milagro! El hombre hablaba español, ¡y había vivido en Venezuela! Me contó en un suspiro que se había casado allá, no funcionó, y volvió a Italia. Como si estuviéramos en una novela, me indicó amablemente una puerta que, según entendí, era de "objetos extraviados". Toqué. Una policía me abrió. Adentro, otro policía, distinto al "ladrón" de mi pasaporte, me sonrió. Volví a contar mi penosa historia. Ellos, con una sonrisa aún más grande, me dijeron en italiano: "Speriamo che non succeda di nuovo" (Esperemos que no vuelva a suceder). Yo, entre la vergüenza y la felicidad, solo atiné a decir un "Grazie mille" con la sonrisa más genuina que pude dar, cogí mi pasaporte como si fuera un tesoro y salí de allí con una lección aprendida.

Reflexión Final: Roma y el Caos como Preámbulo de la Aventura

Roma me había dado la bienvenida con un susto digno de película, recordándome que la vida, incluso en sus momentos más anhelados, siempre tiene un toque inesperado. Pero ahí estaba yo, finalmente en la Ciudad Eterna, lista para mis siguientes capítulos en Nuestra Vida en Modo Aleatorio, con mi pasaporte a salvo... ¡en mi mano! Este inicio caótico fue, irónicamente, la introducción perfecta a la gran aventura que me esperaba. 

Y bueno, supongo que mis padres se llevarán la sorpresa de su vida (y quizás un pequeño infarto de risa) cuando descubran esta 'hazaña' al leer mi blog. ¡Hola, mamá y papá! 😉

¿Y ustedes? ¿Tienen alguna historia de viaje donde el caos se disfrazó de bienvenida?

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