Mi Trabajo Soñado: La Ilusión Perfecta, la Realidad Impredecible

Hoy, en "Nuestra Vida en Modo Aleatorio", vamos a desenmascarar esa criatura mítica llamada "el trabajo soñado". Spoiler alert: mi versión venía con un guión tan peculiar que quizás te haga levantar una ceja, porque, aceptémoslo, lo "soñado" es un concepto tan personal como el amor por la cerveza negra.

El Regreso de Italia y la Llegada al "Empleo Eureka"

Mi retorno de Italia vino con un "guayabo" tamaño catedral que, les juro, se mudó a vivir conmigo y no piensa pagar arriendo hasta hoy. Después de una efímera, y algo... constructiva etapa, decidí que era hora de lanzar currículums al universo como si fueran mensajes en botella. Mi meta: ese empleo que me hiciera decir "¡Eureka!". Y entonces, en noviembre de 2022, ¡puf!, como sacada de un truco de magia, aterricé derechito en ML. Sí, esa misma, la empresa mundialmente posicionada, con más oportunidades que un parque de diversiones y una flexibilidad que te hacía dudar si estabas trabajando o en un spa corporativo.

Primeras Impresiones y el Desafío del "Fulfillment"

Mi primer día en ML fue un show de comedia en vivo. Me recibió Damián, mi jefe de la época, un argentino "súper cool" con un don para la burla amigable. Su chiste recurrente: "¿Por qué en Venezuela les ponen esos nombres tan raros?". Yo, con mi nombre tan peculiar, era su material favorito.


Luego vino el gran tour por el "fulfillment". ¡Madre mía! Aquello era más grande que mi pueblo. Caminaba por ahí sintiéndome una hormiguita en el Estadio Monumental. "Ya sé lo que me espera", pensé, "días de maratón y noches de masajes para los pies". Hicimos un reconocimiento con las distintas áreas, y ahí empezó la sopa de letras: 'outbound', 'inbound', 'loss prevention'... ¡todo en inglés! Mi cerebro, recién aterrizado del "guayabo italiano", hacía malabares para procesar tanto anglicismo. Conocí al equipo: jefe de mantenimiento, ingeniería, bodega, supervisores... y, por supuesto, mis queridos técnicos, ¡con quienes siempre tengo química instantánea! Lo mejor de todo es que seguía de Planificadora de Mantenimiento, pero con el 80% de las decisiones en mi bolsillo y solo el 20% requiriendo el visto bueno de mi Líder. ¡Libertad casi total!

La planta era tan nueva que las máquinas a las que estaba acostumbrada brillaban por su ausencia. Aquí, el reinado lo tenían los focos del mezanine, los del site y los tableros eléctricos. "Así que nada", me dije con el optimismo que me caracteriza (y que a veces raya en la terquedad), "aquí hay material para desarrollar un imperio de luces y cables".

Ese día llegué a casa no solo extasiada, sino también con la convicción de que había entrado a un escenario corporativo de grandes ligas: reuniones casi diarias, presentaciones frente a un público que parecía sacado de una convención, todo proyectado en una pantalla gigante... ¡como si yo fuera la estrella de rock del mantenimiento! Pero estaba lista. Tenía las ganas, la fuerza. Me sentía, literalmente, ¡Fuerte!"

Las semanas siguientes fueron una montaña rusa de adaptación. Desarrollar planes de mantenimiento preventivo y sistemas de gestión de área se convirtió en mi mantra, siempre con el inestimable apoyo del equipo. Para diciembre de ese 2022, ya me sentía una patinadora olímpica en ese 'fulfillment', ¡totalmente comprometida!


La Trampa del Gerente y Mi Reacción Inesperada

Y hablando de primeras misiones y sorpresas... No había terminado de procesar si el 'fulfillment' era un almacén o el Área 51, cuando me asignaron mi primera gran hazaña: ¡definir la posición de unos ventiladores en el mismísimo último piso del mezanine! Y claro, para tamaña tarea, debía guiar a un tal J. Mozarella (sí, el universo tiene un sentido del humor peculiar con los nombres, ¡no me juzguen!).

Quedamos a la hora "X", en el punto "Y". Lo conocí. Un tipo normal, ¿sabes? Ni aureola, ni capa de superhéroe. Lo llevé por todo el recorrido, sudando la gota gorda mientras explicaba dónde irían los ventiladores como si fuera una arquitecta de la brisa. En el mezanine, el hombre me lanzó un par de preguntas técnicas que me hicieron sentir casi una ingeniera aeroespacial de la ventilación y, con una sonrisa de esas que ocultan algo, me dio la "bienvenida al site". Profesional, todo en orden.

Nos despedimos. Yo, más feliz que una lombriz con zapatos nuevos, me dirigí a la oficina, lista para reportar mi misión cumplida. Y ahí estaba Damián, mi jefe argentino, con esa sonrisa que ya conocía, la que precede a la burla. Me miró fijamente y, con un tono que no podía ocultar la diversión, me suelta: "Acabás de estar con el Gerente General de este fulfillment."

¡¿WHATTTTTTTTTTT?! ¡¿Cómo que el Gerente General?! Mi cerebro hizo un cortocircuito. ¡¿Me habían engañado?! Un flash mental me mostró la escena en cámara lenta: yo, explicando los ventiladores a "J. Mozarella", sin la menor idea de que estaba ventilando las ideas al mismísimo capo del lugar.

Primero, un ataque de risa incontrolable. Luego, un "¡Pero qué tanto!" en voz alta. Al final, me di cuenta: la verdad es que, desde siempre, me he codeado con altos mandos y dueños de empresas sin mayor protocolo. ¡La formalidad es para los novatos! Así que sí, Damián me tendió una pequeña trampa, pero yo, ingenua y despreocupada, la pasé con honores... o al menos, sin despeinarme. ¡Una anécdota para el CV!

Viajes, Cómplices y el Romance que Espera su Historia

Pero claro, la vida es una caja de sorpresas y, en ML, las sorpresas venían en paquete doble. Fue entonces cuando conocí a una persona de otra área que, debo admitir, era atractivo a más no poder. Mi cerebro decía "prudencia", pero él... ¡él insistió tanto que no hubo más remedio! (Y sí, esa es una historia con tanto drama que merece su propio post).

Mis mañanas en la planta eran un capítulo aparte: levantarme en mi casa de Provi, correr al metro hacia Escuela Militar, y de ahí, a la van (transporte) que nos llevaba al "site". Yo, siempre la optimista cronométrica, creyendo que tenía tiempo de sobra, un par de veces tuve que avisar al chofer que me esperara, ¡saliendo disparada a último minuto como si fuera a coger el último tren a ninguna parte! Esos viajes en van se convirtieron en el caldo de cultivo de historias hilarantes con mis compañeros, y, por supuesto, con Mateo (sí, el hombre con el que no tuve más remedio que entregarme). Él fue cómplice de la noticia de mi pasaporte, y testigo de mis saltos de euforia cuando me aceptaron la nacionalidad.

La Ilusión del Éxito Laboral y la Verdad Oculta de la Salud Mental

Pero bueno, no nos desviemos del camino. Al parecer, todo iba sobre ruedas en mi nuevo empleo; era, sin duda, la realización de mis sueños laborales. Me sentía plena, profesionalmente realizada, disfrutando de cada reto y cada aprendizaje en ese gigante llamado ML. En ese momento, pensaba que había descifrado la fórmula del éxito personal, la ecuación perfecta entre pasión y estabilidad. Sin embargo, como siempre les digo, y la vida se encarga de confirmar con elegante crueldad: no puedes tener todo lo que quieres... ¿o sí? Quizás, pero rara vez al mismo tiempo. Y es que, cuando la salud mental se convierte en un desafío, cuando no estás bien contigo misma por dentro, no hay trabajo soñado, ni salario, ni la mejor de las posiciones que te haga sentir que tienes el control. Todo se vuelve relativo, se desmorona la ilusión. Y fue justo en la cúspide de esa satisfacción laboral cuando el destino, o la casualidad, o quizás la intrépida combinación de ambos, decidió lanzarme la siguiente curva.  Una curva que, para ser honesta, no vi venir y que me llevaría a redefinir muchas de mis prioridades.

Reflexión Final: El Verdadero Significado del "Trabajo Soñado"

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que el "trabajo soñado" no es solo el salario, el cargo o la empresa brillante. Es una ilusión perfecta que la vida te presenta para mostrarte que, al final del día, si no estás bien contigo misma por dentro, esa torre de Jenga, por muy bien armada que parezca, puede caer. Esta experiencia me enseñó que la verdadera plenitud no viene solo de los logros externos, sino de la armonía entre lo que haces y cómo te sientes. Es una balanza delicada, y a veces, la vida te da un empujón para que recuerdes cuál es tu prioridad más fundamental: tu propio bienestar. Así que sí, la cima laboral es fantástica, pero la verdadera cima es cuando te sientes en paz contigo, sin importar dónde estés parado.

¿Alguna vez te has sentido en la cúspide de un "trabajo soñado" para luego darte cuenta de que faltaba algo esencial?

¿Crees que es posible tenerlo todo (trabajo ideal, bienestar personal, etc.) al mismo tiempo, o siempre hay una balanza que se inclina? Cuéntame tu experiencia






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