¡Explosión de Harina! Así me Convertí en 'Cucaracha de Panadería' en Berlín

 

¡Hey! Hoy les traigo otro capítulo de mis domingos en planta. 

Mi aventura por Berlín estaba llena de retos, pero también de esas joyas que solo la vida en "modo aleatorio" te regala. Un domingo cualquiera, con el espíritu planificador a flor de piel, me dispuse a organizar unas "inocentes" actividades para el equipo de técnicos. Lo que no sabía es que esta vez, la víctima de la broma no sería otro que... ¡yo misma! Y el autor intelectual, el ingenioso Ariel.

La Misión: Filtros de Harina y un Plan Perfecto

La misión del día: limpiar los filtros de harina en el primer y segundo nivel de la torre de tolvas de almacenamiento. Suena técnico, ¿verdad? La realidad era más bien una coreografía de sacarlos, sopletearlos con maestría, instalarlos de nuevo y luego cruzar los dedos para que todo funcionara. Un plan perfecto, digno de una Planificadora de Mantenimiento.

La Explosión Inesperada: De Planificadora a "Cucaracha de Panadería"

Nos adentramos en el corazón de la bestia de acero. Yo, con mi concentración máxima puesta en la tarea, mis ojos escudriñando cada tornillo, me acerqué a una de las tolvas para retirar el primer filtro. Estaba a punto de abrirla, visualizando ya el éxito rotundo de la operación, los filtros impecables, el flujo de aire optimizado, los KPIs sonriendo más que yo en Vacaciones... cuando de repente... ¡Zas! Justo en ese milisegundo crucial, Ariel, con una sonrisa que ahora sé que ocultaba planes malévolos, puso en funcionamiento el sistema de limpieza. ¡Y la harina! Dios mío, la harina. No se dispersó. ¡Explotó! Se expandió por toda la planta como una nube blanca de película de ciencia ficción, pero con un protagonista inesperado: yo.

En un abrir y cerrar de ojos, de ser la  planificadora con un plan perfecto, me transformé en la versión en vivo de una "cucaracha de panadería". Harina en el pelo, que ahora parecía una peluca de algodón de azúcar. Harina en las cejas, en la nariz, en la boca (¡seguro inhalé media panadería, mi estómago ya pedía un poco de mantequilla!), en la ropa, en los zapatos. Estaba más blanca que un fantasma recién salido de una lavandería industrial. Si hubieran puesto una vela cerca de mí en ese momento, ¡habría sido una antorcha humana de pan, lista para el festín! Mi visión se volvió borrosa por el polvo, y cada respiración era una aventura.


El Bautizo de Harina y la Lección del Humor

Ese día no solo limpiamos filtros, ¡me bautizaron con harina! Fue mi bienvenida oficial al lado más… polvoriento del mantenimiento en Berlín. Una anécdota que, a pesar de la harina en cada rincón de mi cuerpo, hoy recuerdo con una carcajada y que me enseñó que, en la vida y en las plantas, ya sabes, siempre hay espacio para un poco de humor… incluso si te convierte temporalmente en la escultura más empolvada de la jornada. Y sí, la venganza, en el mundo del mantenimiento, es un plato que se sirve frío... o con una buena sopleteada de harina cuando menos se lo esperan. ¡Ya veremos, Ariel!

Reflexión Final: El Valor de las Anécdotas Inesperadas

Esta experiencia, más allá de la capa de harina, me recordó la importancia de la ligereza y el humor en cualquier entorno, incluso en los más técnicos o estresantes. A veces, las situaciones más caóticas e inesperadas son las que nos dejan las mejores historias y las lecciones más valiosas sobre la flexibilidad, la capacidad de reírse de uno mismo y la importancia de un buen ambiente de equipo. Son estos momentos "aleatorios" los que realmente añaden color y sabor a nuestra trayectoria, enseñándonos a encontrar la alegría incluso cuando nos convertimos en una "cucaracha de panadería".


Si hubieran estado en mi lugar, ¿habrían reído, llorado o buscado un horno como yo? ¿Cuál habría sido su primera reacción? 😂



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